Esta fotografía de 1946 publicada por ABC refleja por sí sola la dureza de los años cuarenta en Entrevías. La emigración procedente del sur (Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha, etc.) se asentó sobre los restos de las viviendas destruidas por los bombardeos de la guerra civil o en chabolas levantadas con los restos de ladrillos procedentes de los echadizos de derribos de edificios de Madrid.
Una familia, a las puertas de su chabola en Entrevías, en
1946. |
Según el artículo publicado en Abc, el núcleo urbano de Entrevías rondaba las 20 hectáreas de terreno en 1936. El resto del suelo estaba dedicado a tareas agrícolas. Un paisaje eminentemente rural. Esto fue así hasta que, en la década de los cuarenta, comenzó la llegada masiva de campesinos a Madrid. Son los tiempos de los barrios sin permiso, de las chabolas levantadas de cualquier manera durante la noche. Y dio lugar a la formación de varios núcleos chabolistas, que llegaron a sumar más de 4.300 infraviviendas en torno a los cincuenta.
Carlos Posada Gómez, uno de los niños que creció en una
chabola, afirma en el documental “Arañar la tierra. Memoria y orgullo” (2022): “Esto era catastrófico. Seis personas metidas en diez-doce metros
cuadrados, cuando llovía nos metíamos todos en la cama con un paraguas, con
unos barreños por los chorros que caían. Las
necesidades, como se hacían
antiguamente, en una lata, en el campo, como se podía.” Mucho arrojaban los
restos al terraplén de la vía. También relata que “gozabas con la familia, cómo
nos trataban a los niños, con cariño, pasión, amistad, pero las necesidades
eran caóticas.” “Con dieciocho años pudimos comprar un piso en la misma calle,
ahí vimos la gloria, la vida y el bienestar.”
Carlos Posada Gómez, vecino |
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